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Actualidad

Cuando hoy vemos a las geishas, con sus kimonos, su estética y su dominio de las artes tradicionales, podemos perder de vista que, al principio, eran símbolos de modernidad. 

Y aunque nos cueste creerlo, fueron ellas las que marcaron las tendencias de la moda; fueron las primeras que, con la apertura de Japón hacia Occidente, empezaron a peinarse y a vestir como hacían las mujeres de esos países con los que Japón empezaba a tener trato. Pero entonces surgieron las hostesses, unas “camareras” de estilo occidental que también entretenían a los clientes, pero sin el entrenamiento riguroso en artes tradicionales de las geishas y en bares más modernos que las tradicionales casas de té.

 

Parecía que las geishas podían correr el mismo destino con las hostesses que en el pasado las cortesanas corrieron con ellas, así que se dieron cuenta de que si querían sobrevivir, tenían que dar un giro de 180 grados y así, se convirtieron en depositarias de las tradiciones japonesas más antiguas. De hecho, es raro ver hoy en día a una japonesa vestida de kimono y cada día hay menos gente que sepa tocar el shamisen o realizar apropiadamente la ceremonia del té, mientras que para una geisha, todo esto es su pan de cada día. Las hostesses, además, aprovecharon el cierre de los barrios de geishas durante la Segunda Guerra Mundial para convertirse en las principales animadoras, por lo que cuando volvieron a abrirse los negocios dentro de estos barrios, las geishas eran poco más que un recuerdo del pasado, una institución que mantenía vivas las artes tradicionales, sin más.

 

Japón es un país orgulloso de su mezcla de tradición y modernidad, pero la presión occidental está haciendo mella en la sociedad. ¿Desaparecerán las geishas?

¿O simplemente se adaptarán a los nuevos tiempos y cambiarán su estilo, como ya hicieron en el pasado? La respuesta a estas preguntas se esconde en el futuro. No podemos hacer más que esperar y ver.

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